Dicen que si acomodas el oído bajo el césped del Benito Villamarín, aún pueden oírse aires de samba. Y por comentar comentan que incluso las porterías viven con miedo de que el protagonista de este artículo regrese al templo.
“El portero está asustao’, tira la falta Assunçao” en boca del mítico Manolo Melado desataba el éxtasis entre los béticos. Marcos nació en São Paulo y creció futbolísticamente hablando en el Rio Branco local hasta que, a sus 20 años, debutó profesionalmente con el Santos. Tras cuatro temporadas en Brasil, pasando también por el Flamengo, da el salto a Europa de la mano de la Roma.
En Italia, a las órdenes de Fabio Capello, jugó 21 partidos anotando un gol y dando cuatro asistencias. Jugó por primera vez la Europa League, anotando también un gol y cayendo en octavos de final. Así, comenzó también a asentarse en la absoluta de Brasil bajo las órdenes de Vanderlei Luxemburgo. Tras dos temporadas en la Roma, se anunció su fichaje por el Real Betis.
El equipo verdiblanco, entrenado por Víctor Fernández, abonaba unos siete millones de euros por el traspaso. Marcos venía de jugar la Champions en su segunda temporada en Roma y de anotar seis goles y entregar tres asistencias en el Calcio, proclamándose campeón de Italia y de la Supercoppa. Su primer año en Sevilla es notable, anotando siete goles y tres asistencias.
Sin embargo, es en la 2004/05 donde consigue alcanzar la gloria con el Real Betis. Nueve goles en 34 partidos con el club verdiblanco para quedar cuarto en liga, una cantidad difícilmente asumible a un mediocentro que incluso solía actuar como pivote. El culmen llegó con la consecución de la Copa del Rey, en una agónica prórroga frente a Osasuna.
Desde entonces, cinco temporadas en el Real Betis donde anotó 25 goles y repartió cuatro asistencias. Además, se convirtió en un ídolo para la afición verdiblanca, sobre todo por sus lanzamientos de falta inapelables. Tanto es así que, el día de su debut con el Betis en Riazor, marcó de falta desde 40 metros y estrelló tres más a los palos, en una exhibición a balón parado que se prolongaría durante toda su carrera. 160 goles de falta directa lo acreditan como uno de los mejores lanzadores de la historia. La elegancia de su finura en la carrera y el culmen de un golpeo inverosímil hacían de cada falta un sinónimo de peligro inminente para la defensa rival.
Abandonó el Betis para marcharse a los Emiratos Árabes, bajo la promesa de que no volvería a jugar en ningún equipo español como fidelidad al verdiblanco. En la 2009/10 volvió a Brasil donde pasó por varios equipos hasta retirarse en 2016 en el Sampaio Corrêa, a los 40 años. Un centrocampista diferente, con la calidad heredada del fútbol carioca y el golpeo de los más grandes especialistas. Ahora, se está formando para ser director deportivo en un futuro, quién sabe si algún día volverá a vincularse con el club del que se enamoró.