“Dejaré mi tierra por fin
Dejaré mis campos y me iré
Lejos de aquí
Cruzaré llorando el jardín
y con tus recuerdos partiré lejos de aquí”.
Es usual en mí estos días, de una forma tan inevitable como irreversible, asociar el sonido de estos versos de Nino Bravo a la marcha de Sergio Canales, cual si se tratara de un traje a medida cosido para la ocasión. Sin embargo, mi sentir no es más que ese recuerdo nostálgico que supone la despedida de un ser referencial en mi vida, de una persona que ha conseguido en innumerables ocasiones, para este que escribe, proliferar ese estado de ánimo tan codiciado como es la felicidad.
“Un te quiero, una caricia y un adiós”. Un adiós que trae consigo una despedida amarga, un jarro de agua fría para los béticos que hicieron de tu figura un estandarte, ese timonel que hace seis temporadas llegó para adentrarse en el corazón de todos sus aficionados que, como yo, hoy se sienten un tanto más vacíos. El cántabro enamorado de Sevilla, aquel que supo ejemplificar a la perfección la palabra resiliencia, que aleccionó que lo imposible se hace asequible con esfuerzo y tesón. Aquel que quiere al Betis y fue el primero en abogar sin tapujos por un club grande, sin complejos, y no cesó hasta conseguir hacerlo adolescente.
“Es ligero equipaje, para tan largo viaje, las penas pesan en el corazón”. Son los versos más representativos, una metáfora que nunca quise desgranar. Son ligeras las reacciones, los lamentos, las emociones e incluso los agradecimientos, si son comparados con el vacío que dejas. Porque dejas la 10 verdiblanca, esa que honraba Cardeñosa y, aún a sabiendas de que era imposible, has conseguido defender entregándola hoy sin mácula. Porque dejas el brazalete y, aunque es cierto que el Betis trasciende y se ensalza por encima de lo terrenal, Canales hace Betis y lo hace bien. Y, además, por dejar una taquilla que nunca estuvo en entredicho en tu etapa como bético. ¿Cuán distinto queda el vestuario sin la banca de Sergio Canales? Las penas pesan, como no puede ser de otra forma, en el corazón del bético, que como yo, tendrá que buscar otro ídolo como referente.
“Más allá del mar habrá un lugar, donde el sol cada mañana brille más”. Y es que, lejos de ese mar que cruzas, a la otra orilla, los días tendrán más luz a partir de hoy. Porque Canales es luz, como esas personas faro que evitan la catástrofe en el epicentro del caos, el que se erige en los malos momentos haciéndose el héroe. Aquel que me hizo creer que, mientras perdurara su presencia, mi equipo tenía asegurado el compromiso y la entrega. El del recuerdo de su camiseta, el de la seriedad necesaria, el de la zurda de ensueño, de las excusas inexistentes, del optimismo en el discurso. Canales es y será lo que Canales quiera que sea, en Sevilla o en Monterey, en España o en México. Hasta siempre, vaquero.
Tremendo y precioso artículo de despedida y de homenaje; tributo sin pisar a la honestidad.
Ve con Dios, muchacho. Hasta siempre.