Opinión| La bendición cántabra

Un 3 de julio de 2018 fichaba por el Real Betis Sergio Canales Madrazo. Un fichaje que quizá no hizo excesiva ilusión al beticismo. Seguramente por las dudas dadas sus continuas y graves lesiones, o por no ser un jugador referente en la liga por aquel entonces. Muy pocos imaginaban, por no decir nadie, en lo que iba a convertirse el 10 (por aquel verano el 6) del Betis. Un jugador que, literalmente, cambiaría la historia del club.

Era una petición expresa de su paisano Quique Setién, entonces entrenador de un Betis que volvía a Europa en una temporada ilusionante. Y con él se convertiría en el referente del equipo. Vino sin excesivo ruido y en una posición que dejaba huérfana Fabián; aunque bien es cierto que su fichaje era de poco riesgo: coste 0 y con un potencial y calidad que asomaba a chispazos, pero ahí estaba.
Se hizo rápido con el timón del Betis y el cariño de la afición que veía en él un líder, tanto fuera como dentro del campo. No sólo tenía calidad, sino que demostraba ambición. Además le respetaban las malditas lesiones. Ya no habría vuelta atrás, el beticismo tenía a su nuevo ídolo. Tras dos años discretos del equipo, con más sombras que luces, aparecieron unas declaraciones que en ese momento fueron motivo de burla. Fue en Valladolid, en el último partido de la temporada 2019/20 en la que el conjunto entrenado por Rubi quedó en un paupérrimo 15° puesto: “Quizás sea una locura, pero quiero jugar en Europa con el Betis y voy a luchar por ello”. El resto ya es historia…

Vino Pellegrini, y la temporada no empezó nada bien. Volvían los fantasmas del pasado y se tocó fondo (e, ironías de la vida, se sentaron las bases de este Betis) un 29 de diciembre de 2020. Levante 4-3 Betis. Un desastre, un pozo de oscuridad iluminado por un jugador: Canales. Entró recién recuperado de una lesión y casi empata el partido él sólo. Empezaron ahí 2 meses en los que estaría a un nivel estratosférico, los cuales el Betis escalaría y cambiaría su cara radicalmente. Desde entonces, sólo se perdieron 2 partidos en 7 meses y el Betis volvía a Europa.

Pero él no estaba conforme y, al igual que el beticismo empapado de su ambición, quería más en la 21/22. “Hay que luchar por entrar en Europa y mejorar en Copa”. Ese era su mensaje constante, mejorar y mejorar. Y vaya si lo hicieron. Vuelta a Europa, rozando puestos Champions y campeones de la Copa del Rey. En la cabeza de todos aún suena ese “señores, hay que ganar la Copa” del cántabro en la celebración de la victoria en el derbi de 1/8 del torneo. Ahí todos sentimos algo, esa sensación de que algo grande va a pasar. Y pasó. Temporada de ensueño e instalados en la nobleza del fútbol español.

No sabemos qué pasará esta temporada, pero el capitán ya ha vuelto a sacar su ambición a pasear y el mensaje es claro: la Champions, mejorar en Europa y pelear por todo. Paso a paso, peldaño a peldaño. Fue el que rompió el miedo de decir públicamente los objetivos que somos capaces de conseguir. Él abrió el camino, Pellegrini les hizo creer que era posible y ahora el Betis es un grupo ambicioso, respetado, competitivo y psicológicamente muy distinto a aquel que deambulaba por los campos de Primera división.

Capitán, líder, alma del vestuario y renovado hasta 2026. Quizá, el mejor fichaje calidad/precio/rendimiento de la historia del club. Un jugador que ya ha entrado en el Olimpo del Betis y que con el paso de los años será recordado con el mismo misticismo que los Cardeñosa, Gordillo, Esnaola, Joaquín o Del Sol. Una bendición venida del norte que ha cambiado nuestra historia.

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