Opinión| La diferencia es el escudo

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No me escondo, a mí nunca me hizo gracia la mención de Luís Medina Cantalejo como presidente del Comité Técnico de Árbitros. Su sevillismo me parecía una línea roja que impediría que ejerciera la imparcialidad que su cargo requiere. Dicho de otro modo, dudaba que fuera capaz de separar su marcado sevillismo (quienes lo conocen dicen que es un ultra) y su profundo antibeticismo, del cargo que ostenta… y lamentablemente siento anunciar que mis sospechas han resultado ser fundadas.

Eso sí, admito que lo que está sucediendo en la Liga Española con la complacencia de todas las instituciones, no sé si se debe a la tendenciosidad que emana su figura, o sencillamente sucede que es un inepto. El primer caso sería peor, pues sumaría maldad y alevosía a su quehacer. En el segundo caso, que el arbitraje haya ido a peor desde que Medina llegó sería una consecuencia lógica de un mal directivo, pero no habría motivos para dudar de sus intenciones.

El Real Betis Balompié está pasando una pequeña crisis, más de resultados que de juego. En la competitiva Liga Española cualquier equipo te hace un reloj, y si tu equipo no anda fino, los resultados son más esquivos. Esto es deporte de élite y así deben ser las cosas. El problema es que desde el principio del campeonato se vienen notando unas sensaciones horrendas con el colectivo arbitral, algo que a los béticos no nos coge por sorpresa porque… ¿Cuándo no, verdad? Pero si ya el año pasado fue un ejercicio de resiliencia ante un colectivo decadente y casi plenipotenciario como el arbitral, al que nos enfrentamos bajo el lema de #contratodoycontratodos, este año está siendo una masacre contra un equipo, el verdiblanco, que apenas puede taparse la cara mientras recibe los palos, esperando que escampe la lluvia de golpes.

El Real Betis pasa por ser, incluso ahora que su juego es menos brillante, unos de los conjuntos más alegres de la categoría. Es el equipo que más faltas recibe y de los que menos faltas comete. Sin embargo, es el que más expulsiones sufre, llegando a la brutal y desquiciante cifra actual de 10 expulsados. Uno cada dos partidos. Un hándicap demasiado elevado para que no se note en la tabla.

Este sí que es es el verdadero milagro de Pellegrini, que un equipo que sufre estos arbitrajes siga peleando en la planta noble.

Quien haya estado siguiendo los partidos del Betis, es plenamente consciente de que las reglas con las que juega el equipo verdiblanco son más estrictas. Por supuesto, en algunas de ellas hay errores de los jugadores o aplicaciones correctas del reglamento, pero son las menos. Ya desde la primera expulsión, la de Pezzella contra Osasuna, se vio venir que la consigna era no dejar respirar al equipo. Y así llevamos ya media temporada.

Hay muchas maneras de “meter mano” a un partido sin cometer errores flagrantes que hacen que la prensa te señale. Un mal árbitro no tiene solo el uso de los penaltis para mediar en un resultado. Este año lo hemos visto más claro que nunca: se llevan los arbitrajes sibilinos. Los que te desquician por que tu juego se ve siempre parado por el rival y estos no ven tarjetas mientras que tú la ves a la primera de cambio. La de esos linieres que dejan seguir siempre la jugada del rival pero la tuya la pita como orsay desde el segundo uno. La de los árbitros que te chulean y te provocan.

No. No solo de robos a mano armada viven en el arbitraje. También están los robos de guante blanco. Esos que te sientes robado pero no puedes señalar una jugada concreta. Esos que la prensa, siempre del lado del poderoso y nunca del lado de la verdad, niega que existan vaya usted a saber por qué motivo o interés.

Contra el F.C. Barcelona, Borja Iglesias, junto a otros miembros de un banquillo exaltado, le decía al linier que la única diferencia entre el arbitraje de un tiempo y de otro, era el escudo de los equipos. Tenía razón. Y tuvo luego que morderse la lengua para no ponerlos a parir públicamente porque en este país, criticar al poderoso puede conllevar una sanción. En este partido, el árbitro expulsa a William Carvalho por decirle que había estado muy mal y que era una vergüenza. Ahí están las imágenes: No hay ni un aspaviento, ni un síntoma de agresividad. Pues expulsión. Como la de Canales en Cádiz. Injusta, inmerecida. De locos. De gente que tiene muy claro cómo se contenta al jefe. El horror termina de perpetrarse con los dos partidos de sanción a Willy. Dos. El mismo árbitro al que le hemos visto hablar a gritos, con los dientes fuera, frente contra frente, con Luis Suárez, precisamente jugador del Barcelona en ese momento. Da asco. Da pena. Da miedo.

Para culminar la semana, el Betis pierde ante el Celta en una malísima segunda mitad, y por deméritos propios. Pero el árbitro sabe bien cómo contentar a su jefe. Luiz Felipe peca de pardillo, pero el árbitro peca de ansioso. Al arbitro se le ve el plumero igual que se le vio cuando fue andando a revisar el penalti clarísimo que suponía el 3-4.  Saca la roja… y el VAR demuestra que, en ocasiones, se queda muerto. No es capaz de advertir al trencilla del engaño de Aspas. Expulsión del bético, reacción y posible remontada cortada de cuajo, y para más inri, se perjudica la jornada siguiente. En el colmo del despropósito arbitral, el árbitro escribe el acta después de ver las imágenes corrigiendo las palabra que anteriormente, sobre el césped, le había dicho a Joaquín. De esa manera, el daño es más efectivo.

Medina Cantalejo brinda en su casa con cava catalán.

A uno le gustaría decir que cree en la honradez de los árbitros. Le gustaría decir que son humanos y se equivocan sin maldad. Pero creo sinceramente que hay algo más. No sé el qué. Pero hay cosas que no pueden explicarse sacando la maldad y el interés del asunto. Me cuesta mucho creer que solo sean errores. Son demasiados en el mismo sentido. Son demasiados parecidos unos de otros.

Y Medina Cantalejo, consciente o inconscientemente, está detrás de todo. Para eso es el responsable de un estamento que hace aguas.

Foto vía: Real Betis Balompié

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